Francia

Este país seduce a los viajeros con su sólida cultura familiar, cafés con terraza, pueblos con mercado y bistrós cuyos plat du jour (plato del día) se anuncian escritos con tiza en la pizarra. ‘Savoir-faire’ cultural Francia es sinónimo del mejor arte y arquitectura. El país cautiva con sus inconfundibles iconos, estrellas al alza y todo un repertorio cultural que impacta por su volumen y variedad. Y ahí es precisamente donde radica el encanto de la belle France, pues aparte de hitos como la Torre Eiffel, Versalles o la Costa Azul, aún queda una larga lista de emociones por experimentar. Francia es, a fin de cuentas, el primer destino turístico mundial. Cada año el país recibe 85 millones de visitantes ávidos de celebrar su extraordinaria riqueza de museos, galerías, ateliers (estudios de artistas) y opciones interactivas.

La comida tiene una gran importancia para los franceses, y de ello da fe la epicúrea agenda cotidiana: desayunar cruasanes recién horneados en una boulangerie, hacer un alto en un bistró o comprar en el mercado forman parte del día a día, y sería toda una descortesía rechazarla. Pero la cocina francesa no solo consiste en comer bien. Gracias a su carácter innovador, siempre hay algo nuevo que ver, aprender y probar. Así, tanto si se trata de voltear crepes en Bretaña como de descorchar botellas de champán en viejas bodegas en Reims, el país ofrece incontables oportunidades culinarias. ‘Art de vivre’ El ritmo de la vida, dictado por las estaciones en el campo, desprende un ambiente íntimo que se hace irresistible. Aquí los sencillos rituales diarios se convierten en momentos inolvidables, como saborear un café con un cruasán en el café parisino donde Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir solían filosofar, pasear por los jardines de nenúfares donde pintaba Claude Monet o deambular por una playa bretona impregnada de la sutil mezcla del idioma, la música y la mitología que trajeron consigo los invasores celtas en el s. V. Al aire libre El terroir (territorio) francés traza un variado itinerario que va desde los acantilados y dunas del norte hasta el penetrante color del mar de la Costa Azul y los verdes robledales de Córcega. Los líricos paisajes del país deparan algo para todos los gustos, ya sea caminar descalzo por la arena lamida por las olas hasta Mont St-Michel, subir a un teleférico para ver los glaciales sobre Chamonix, o rodar por la duna de arena más alta de Europa. En definitiva, Francia nunca decepciona: su naturaleza es fascinante y está llena de aventuras. Allez!

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